En Sicilia conviven agradables valles cubiertos de trigo con las nieves del Etna, las plácidas costas de Naxos con los paisajes rocosos y de aire fantasmal de Taormina o Siracusa.
En Sicilia se funden también todas las culturas, todas las herencias de los pueblos que intentaron dominar el Mediterráneo: griegos, romanos, bizantinos, almogávares, aragoneses y españoles.
Sus ciudades están dominadas por las cúpulas de sus catedrales y las siluetas de grandes castillos, mientras sus costas aparecen salpicadas de templos y teatros en ruinas, como los que se mantienen en el recinto arqueológico de Siracusa, o como el asombroso teatro greco-romano de Taormina, colgado en la roca sobre las playas de Naxos y con el Etna al fondo. Igual de bellos e interesantes resultan los restos helenísticos y romanos del Valle de los Templos de Agrigento, o las ruinas que se acumulan en Selinunte, un recinto con su acrópolis y unos cuantos templos dóricos desde los que se contempla el mar y uno puede sentirse por un momento tan inmortal como el propio Zeus.
En Sicilia se funden también todas las culturas, todas las herencias de los pueblos que intentaron dominar el Mediterráneo: griegos, romanos, bizantinos, almogávares, aragoneses y españoles.
Sus ciudades están dominadas por las cúpulas de sus catedrales y las siluetas de grandes castillos, mientras sus costas aparecen salpicadas de templos y teatros en ruinas, como los que se mantienen en el recinto arqueológico de Siracusa, o como el asombroso teatro greco-romano de Taormina, colgado en la roca sobre las playas de Naxos y con el Etna al fondo. Igual de bellos e interesantes resultan los restos helenísticos y romanos del Valle de los Templos de Agrigento, o las ruinas que se acumulan en Selinunte, un recinto con su acrópolis y unos cuantos templos dóricos desde los que se contempla el mar y uno puede sentirse por un momento tan inmortal como el propio Zeus.
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